Ayer volví a la panadería. Me has estafado. Tus flautas mágicas no funcionan. El panadero me miró extrañado. ¿Cómo que no? Puede que no estuvieras atento. Llévate otra y presta más atención. Pagué y me fui a casa. Con gran atención y no menos placer volví a dar buena cuenta de la flauta presuntamente mágica. Esta vez con queso. Me encanta el queso. Esta vez sí sentí algo. Me sentí estúpido.
jueves, 5 de marzo de 2009
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